Miguel Díaz-Canel, una incógnita para suceder a Raúl Castro en la presidencia de Cuba
Pasó una década desde entonces y Miguel Díaz-Canel –que ahora
posiblemente sucederá al mandatario Raúl Castro en la presidencia de Cuba—
parece otra persona: canoso, serio, de muy pocas palabras y con escasa
visibilidad pública.
Díaz-Canel, quien es actualmente el primer vicepresidente
tiene una biografía oficial escueta de detalles personales y profesionales, y
aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo se proyectará en su gobierno, algunos
indicios dan cuenta de lo que posiblemente sea un nuevo estilo.
En un país en el que no existe la figura de la primera dama y
los dirigentes –que suelen moverse en medio de importantes operativos de
seguridad– ocultan con celo su vida privada, Díaz-Canel llegó casi sin custodia
en marzo pasado hasta un centro de votación en Santa Clara, a unos 300
kilómetros al este de la capital, donde varios medios extranjeros aguardaban.
El funcionario caminó a lo largo de una cuadra, de la mano de
su esposa, mientras saludaba a las personas que se le acercaban.
“Aquí estamos construyendo una relación de gobierno y
pueblo”, dijo durante esa inusual aparición pública ante las cámaras para votar
por el parlamento. Luego del sufragio regresó a La Habana, pero dejando un
mensaje: un nuevo tipo de liderazgo podría llegar, con una continuidad al
proceso revolucionario, pero con una renovación de las formas.
Díaz-Canel, de 57 años, sería la primera persona en tomar la
máxima dirección que no se apellide Castro desde que triunfó la revolución en
1959 y deberá enfrentarse a una economía estancada, una infraestructura en
decadencia, la hostilidad de Estados Unidos que no levantó el embargo, ni las
sanciones contra la isla y las críticas a un modelo de control estatal con
salarios bajos en el marco de un congelamiento de la iniciativa privada.
Muchos cubanos a lo largo y ancho de la isla apenas lo
conocen. Los últimos años de su ascenso político han transcurrido lento pero
sin pausa, escalón por escalón, y asumió un perfil tan bajo que pasaban meses
sin que se supiera de sus actividades.
Apenas saltó a la mirada internacional el año pasado cuando
fue protagonista de un video filtrado en el cual abogaba por cerrar medios de
prensa independientes y etiquetaba a embajadas europeas como una avanzada de la
subversión contra la revolución.
Sin embargo, esa imagen ortodoxa contrasta con la percepción
de hombre sencillo, tolerante, afable pero exigente que tienen muchos de sus
conciudadanos de la provincia de Villa Clara, en la cual pasó su infancia, su
juventud y de la que fue primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC)
durante nueve años, un cargo que en la práctica es más importante que la del
jefe de gobierno local.
“En el Parque paseaba con su novia. Ellos estaban en la
escuela. Tendría unos 15 años”, lo recordó Hilda Alegre, una peluquera que lo
rememora como el “muchachito” flaco con el que salían en parejas a pasear como
otras en aquellos años 70.
En aquellos tiempos le gustaban los Beatles — estigmatizados
por la revolución como representantes de la decadencia capitalista– y el
teatro.
En 1994 fue designado como primer secretario del PCC en Villa
Clara y rápidamente se ganó una reputación de funcionario trabajador con un
estilo modesto y que los vecinos recuerdan como el primero de su rango en no
mudarse a una vivienda más grande.
“La casa donde vive la mamá da hasta pena, hasta se le cayó
el repello. Ahí también vivía el hermano de él. Él no arregló la casa para
vivir más cómodo”, comentó Fermín Roberto Tagle Suarez, de 78 años y quien solía
hacer con Díaz-Canel las rondas de guardias de vigilancia, habituales entre los
vecinos.
“Siempre se enteraba de los problemas reales que tenía el
pueblo. Y exigente también, si fuera blandengue no llegaba a donde está”,
expresó Suarez.
Para 1996 en medio de una dura crisis económica derivada de
la caída de la Unión Soviética que estremeció a las familias cubanas y las
agobió con carencias, Díaz-Canel ya era padre de dos hijos del matrimonio con
la estomatóloga Marta Villanueva, su novia de años.
Era popular y llamativamente joven para su puesto y hasta
atendía a todo aquel que tocara a su puerta en la sede partidaria o en su
propia casa.
“El tiraba su maletín cuando venía de trabajar y salía
corriendo a hacer su guardia. Algunos compañeros no le querían poner guardia
porque él venía atormentado del trabajo, pero él decía: yo soy un ciudadano de
este país y hago la guardia igual que cualquier persona”, comentó a la AP,
Liliana Perez, cuya casa se enfrenta a la que vivía Díaz-Canel con su esposa y sus
hijos.
La vivienda –hoy pintada de amarillo y rojo– perteneció a la
familia de su mujer antes que ésta, divorciada, se mudara con los niños a La
Habana.
Entonces nació una especie de leyenda en torno a Díaz-Canel:
el político empezó a realizar recorridos sorpresa para verificar el servicio
que recibían las personas y se dice –aunque nadie pudo confirmarlo de manera
pertinente– aparecía disfrazado en lugares donde se daba atención al público.
La periodista de la emisora local CMHW, Xiomara Rodríguez, fue
testigo de ello.
“Realizó una intensa labor de comunicación con el pueblo”,
expresó. “Por ejemplo, en 96 recién comenzando como primer secretario asistió a
ese espacio (radial “Alta Tensión” de la emisora local) que es un programa de
opinión de los temas más candentes. Dos horas a micrófono abierto en vivo,
recibiendo llamadas de la población”.
Presentarse en vivo y hablar espontáneamente con la gente era
algo inusual por parte de los funcionarios cubanos. Incluso en la actualidad
éstos no tienen una agenda de actividades públicas.
Rodríguez recuerda una de esas giras de sorpresa que
Díaz-Canel inició en la morgue, continuó por una funeraria y siguió hasta un
cementerio para constatar cómo trabajaban los servicios estatales en un tema
tan sensible para las familias como un deceso.
Además le interesaba la cultura y era respetuoso con la
diversidad.
Bajo su tutela en Santa Clara floreció “El Menjunje”, el
primer centro cultural que presentó espectáculos de transexuales y trabajó
abiertamente con la comunidad gay y alternativa como los rockeros e incluso
llevó a sus hijos a las actividades infantiles del lugar. Hoy dos de ellos
forman parte de una banda musical llamada Polaroid.
De Villa Clara en 2003, Díaz-Canel fue trasladado por el PCC
como primer secretario a la vecina provincia de Holguín a unos 700 kilómetros
al oriente de la capital. Su gestión se prolongó hasta 2009 y no fue tan
estelar.
Un recorrido de la AP por esta ciudad mostró que aunque los
vecinos agradecen algunas obras como un paseo peatonal en pleno centro o
cafeterías y lugares de esparcimiento, lo critican y consideran que no estuvo a
la altura de su fama.
“En mi opinión no se puede gastar tanto en bulevares y
parques cuando hay gente en barrios marginales que están viviendo muy mal”,
aseguró Anahí Tamayo. “No es solo arreglar el centro, lo que la gente
(extranjeros) ve cuando viene, sino los alrededores”.
Algunos cubanos del lugar indicaron que los años de
Díaz-Canel en Holguín además estuvieron marcados por una fuerte sequía que
afectó al agro y al abasto doméstico, había poco presupuesto, los regionalismos
y prejuicios hicieron que se le viera como un extraño y su carisma no logró
calar.
En lo personal, su paso por Holguín le dejó una nueva esposa:
Liz Cuesta Peraza, la mujer que lo acompañó en marzo a votar.
En mayo de 2009, Díaz-Canel llegó por primera vez a un puesto
en el ámbito nacional cuando Raúl Castro lo convocó como ministro de Educación
Superior.
Bajo su gestión se ajustaron los planes de estudio, se
modernizaron sus contenidos, se modificaron los reglamentos de posgrado y se
impulsó el uso de la tecnología de las casas de altos estudios con laboratorios
de computación y digitalización de contenidos. También fue de los primeros
funcionarios en aparecer con una laptop en reuniones en un país donde el
internet en los hogares está restringido y los precios son elevados.
Para 2012 se convirtió en vicepresidente y meses después con
las elecciones en primer vicepresidente, pero en paralelo se volvió renuente a
la prensa, su agenda se hizo protocolar y no se lo vio más en las calles o en
los medios de comunicación.
Según diplomáticos y analistas, la transformación de su
estilo obedeció a la lógica de la historia reciente en el liderazgo del país,
en la que la generación revolucionaria sacó de carrera a los más jóvenes
acusándolos de no ser lo suficientemente leales al proceso.
Precisamente por el 2012, Harold Cárdenas era un profesor de
marxismo de la Universidad de Matanzas y junto con otros dos amigos inició un
blog llamado “La Joven Cuba”, que tenía un claro perfil de izquierda aunque
criticaba varios aspectos en la isla. Por ello, sectores ortodoxos del PCC y el
gobierno local los acusaron de “hacerle el juego” a los enemigos de Cuba y los
bloquearon, pero sin que ellos lo solicitaran Díaz-Canel tomó partido.
“Díaz-Canel se sentó con los tres en una mesa y nos dijo ‘¿qué
necesitan para seguir haciendo La Joven Cuba?’”, rememoró Cárdenas en una
entrevista reciente con la AP. Poco después su página volvió a la normalidad y
hasta la fecha son un foro de debate que no siempre se aviene a las políticas
gubernamentales.
Para Cárdenas, la intervención de Díaz-Canel demostró que la
nueva generación –posterior a la revolución y anterior a la suya propia– le
dará una continuidad al proceso, pero cambiará según sus experiencias vitales:
la caída del campo socialista y los subsidios, las fallas de los dogmas del
comunismo setentista o la necesidad de respeto a una mayor diversidad religiosa
o social.
“Díaz-Canel lleva años en una posición muy incómoda, nadie de
su generación ha sobrevivido hasta llegar el lugar a dónde está él”, expresó
Cárdenas. “Yo hablo con Díaz-Canel como con un tío. Es mucho más comunicativo
de lo que se muestra… Existe una imagen gris de Díaz-Canel que es una
construcción gubernamental de desproveer a la dirigencia de colores para
mostrar una solemnidad innecesaria”, consideró. AP
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