Moscú sopesa respuesta a expulsiones diplomáticos
Moscú- Moscú
atribuyó ayer a “presiones y chantaje” de Estados Unidos la masiva expulsión de
diplomáticos rusos decidida por más de una veintena de países occidentales en
represalia por el envenenamiento en el Reino Unido del exespía ruso Serguéi
Skripal y su hija, mientras medita su respuesta.
“Claro está, cuando nos piden que
salgan de algún país uno o dos de nuestros diplomáticos mientras nos susurran
disculpas al oído, sabemos positivamente que es el resultado de una presión
colosal, un chantaje colosal, que ahora lamentablemente es el principal
instrumento de Washington en la arena internacional”, afirmó ayer el ministro
de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.
Mientras se siguen sumando nuevos
países a la larga lista de los que anunciaron este lunes su decisión de
castigar a Rusia por su supuesta responsabilidad en el ataque químico en suelo
británico, Moscú aún no ha decidido cuál será su respuesta, pero ha advertido
de que está en ello.
“Responderemos, no lo duden, nadie
quiere aguantar groserías como esas, y nosotros tampoco las soportaremos”, dijo
Lavrov a medios rusos en Tashkent, donde asistía hoy a una conferencia sobre
seguridad en Afganistán.
La Cancillería rusa, en boca de su
portavoz, María Zajárova, ya adelantó que la respuesta será “recíproca” y que
se tratará a cada país de acuerdo con el número de diplomáticos rusos que haya
expulsado o con otras medidas, como es el caso del cierre de un consulado ruso
en Estados Unidos.
Para Lavrov, las medidas
coordinadas adoptadas simultáneamente por mñas de la mitad de los 28 países de
la Unión Europea y otros, como EEUU, Canadá, Australia, Noruega o Ucrania,
demuestra que quedan pocos “países independientes”.
“Teníamos razón al afirmar en
reiteradas ocasiones que en el mundo de hoy, en la Europa de hoy, quedan muy
pocas naciones independientes”, subrayó.
Tanto el Ministerio de Exteriores
como el Kremlin siguen defendiendo la inocencia de Rusia en el intento de
asesinato del espía doble Skripal y su hija Yulia en Salisbury (sur de
Inglaterra), ocurrido el 4 de marzo. EFE
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