Presidente JCE cree se hace necesario rescatar el pensamiento duartiano
Al conmemorarse hoy el 203 aniversario del natalicio del
patricio Juan Pablo Duarte, el presidente de la Junta Central Electoral,
Roberto Rosario, consideró que se hace necesario rescatar el pensamiento del
padre fundador de la República, para preservar “nuestra existencia como
nación”.
“Sólo esta visión duartiana nos garantiza existir como Estado
libre e independiente, donde primen los valores supremos, y los principios
fundamentales de la dignidad humana: la libertad, la igualdad, el imperio de la
Ley, la justicia, la solidaridad; todos estos, factores esenciales para la
convivencia pacífica y la cohesión social”, expresó Rosario al encabezar un
acto en honor al Padre de la Patria.
Dijo que a Duarte paradójicamente, le correspondió vivir en
tiempos que las ideas se imponían y en que los conglomerados humanos, con
intereses económicos, valores sociales y culturales, se esforzaban por ubicar
un territorio que sirviera de base para en él establecer un Estado-nación.
`”Pocos años después de su nacimiento, con él nació también
la República. El ideal de Juan Pablo Duarte y los Trinitarios es la República
misma. Fue lo que dio origen a que en las aguas del Atlántico y del Mar Caribe,
se conozca la existencia de una nación de hombres y mujeres libres, llamada
República Dominicana”, indicó.
A continuación algunas de las palabras del presidente del
organismo electoral:
Su pensamiento sirvió para que los núcleos poblacionales que
habitaban esta parte de la Isla, con identidad de idioma, religión y cultura,
forjaran un estilo de convivencia pacífica, pero diferenciada de otros
conglomerados, en la propia isla y fuera de ella, levantando el sentimiento de
independencia y soberanía en la que en su tiempo era la colonia más pobre y
desahuciada, para sus habitantes convertirla en lo que hoy se conoce como una
de las principales economía y democracia de la región. Esto, obviamente, debe
ser motivo de orgullo para los dominicanos, gentilicio éste que se construyó
sobre la base de las ideas libertarias del Patricio.
Estas reflexiones vienen a propósito de un sutil interés de
relegar cada vez más al Patricio; de presentar sus ideas y pensamientos como
añejos, como inservibles, y casi como obstáculo para el desarrollo de nuestra
nación.
Se argumenta que vivimos en la Era de la Información y el
Conocimiento; que la globalización en curso derribó todas las fronteras; que
todo es común y compartido; que las viejas nostalgias patrióticas y la
recurrencia a nuestros hitos históricos no son más que desvaríos que debilitan
nuestras posibilidades como país de participar y competir en este nuevo mundo.
Es decir, según esta corriente del pensamiento, levantar lo dominicano, lo
nuestro como signo de identidad, vendría a ser un contrasentido.
Sin embargo, lo que ha estado ocurriendo es totalmente
diferente a esta pesadillaque se nos vende como un bello sueño.
Lo que hemos observado es que se ha globalizado la economía:
el mercado, la mano de obra, la información y el conocimiento. Pero
paralelamente las naciones que más se benefician de esta Era, consolidan más
sus identidades, sus territorios y sus propias economías.
Se simbolizó que con la caída del Muro de Berlín caerían
todos los muros. En consecuencia, se vendió el imaginario de un mundo compartido,
sin nada que nos separe, a ricos y a pobres. ¡Nada más falso! Después de la
caída del Muro de Berlín, hemos visto cómo se han levantado nuevos muros, para
mantener bien controlado a los ciudadanos de los países pobres.
Hemos visto las murallas levantadas en Estados Unidos -en sus
fronteras con México, las vallas en Ceuta y Melilla, los muros de Cisjordania y
Sahara Occidental, el Muro de la ruta balcánica -en la frontera de Serbia con
Hungría, el muro entre Grecia y Turquía, el existente en Irlanda -para separar
protestantes y católicos, las largas alambradas que separan a La India de
Bangladesh, y el de Bulgaria con Turquía.
Es decir, de unos 15 muros que teníamos antes de la caída del Muro de
Berlín, hoy se conocen más de 50 en todo el mundo; todo con el interés de
proteger los llamados “Estados de Bienestar” de los millones de migrantes y
refugiados que huyen desesperadamente de la situación de guerra y caos, que
estos mismos Estados han provocado; aumenta inversamente proporcional la brecha
entre ricos y pobres, y los antes llamados “países del tercer mundo” se hunden
más en la miseria, relegados simplemente a aportar mano de obra barata y
materia prima.
Como se ve, la teoría de puertas abiertas de los países
desarrollados, de la ruptura con la historia, con nuestras raíces como pueblos,
solo se aplica a los territorios como el nuestro, en el afán de las grandes
potencias de utilizarnos para la solución de sus propios problemas. En nuestro
caso, sin ignorar la Era en que vivimos, se hace necesario rescatar el
pensamiento duartiano, que es cada vez más necesario para preservar nuestra
existencia como nación. Solo esta visión duartiana nos garantiza existir como
Estado libre e independiente, donde primen los valores supremos, y los
principios fundamentales de la dignidad humana: la libertad, la igualdad, el
imperio de la Ley, la justicia, la solidaridad; todos estos, factores
esenciales para la convivencia pacífica y la cohesión social. Hoy más que nunca
necesitamos ese ideal. Ya no se trata de intervenciones groseras, de
ocupaciones, de amenazas o recursos bélicos. .
Más bien, se busca desmoralizarnos, tergiversar nuestra
esencia solidaria y humana, borrar nuestra historia; tratar que olvidemos que
hubo un hombre llamado Juan Pablo Duarte y una Sociedad Secreta La Trinitaria,
un 27 de Febrero, un 19 de Marzo, una Restauración; en fin, que nos olvidemos
que somos dominicanos. Si los demás Estados y países consolidan su
Estado-nación… ¿Por qué debilitar el nuestro?… ¿Por qué convertirnos en un
conglomerado sin valores propios, sin respeto a sus próceres, sin identidad?
Hoy, dos siglos después, tenemos la obligación de seguir existiendo como
nación; y al izar esta bandera, en honor a Duarte, sembrar en las generaciones
que nos sucederán, la idea clara de que no es posible existir en un mundo
global, sin una identidad propia, una identidad nacional.
Esa identidad es la que nos hace fuerte; la que nos asocia y
nos diferencia; la que permite que se nos respete y que seamos parte de una
constelación de pueblos soberanos y libres, que nuestra bandera se levante
junto a los demás símbolos de Repúblicas soberanas. Este año estamos llamados a
renovar la nomenclatura estatal. A elegir a quienes nos representarán en cada
una de las instancias gubernamentales. A cada ciudadano corresponde elegir, y
al hacerlo, de manera libre, escoger a quienes más se asocien al ideal de
democracia, de bienestar, de independencia y soberanía de la patria, como manda
nuestra Constitución. A nosotros nos corresponde preservar esa voluntad,
garantizando que se respete y se cumpla sin ningún tipo de restricción. Esa
será nuestra obra.
Ese es nuestro compromiso con la memoria de un pensador tan
ilustre y visionario, cuyo nacimiento conmemoramos hoy. No hay dudas. Existe un
movimiento para borrar todo vestigio de pensamiento duartiano, y con él,
cualquier destello de independencia y soberanía dominicanas, porque se nos ve
como solución de problemas e incapacidades que crearon otros; como excusa para
rehuir responsabilidades contraídas en siglos pasados. Al rendir homenaje al dominicano más ilustre,
lo hacemos convencidos de que, “en Santo Domingo no hay más que un pueblo que
desea ser, y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera”. Este pensamiento
hecho realidad es su legado, y debe ser el nuestro.
¡Completemos la obra de Duarte!
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