El fraude automatizado: de las primarias del PLD a las elecciones municipales

Desde el lado
oficial se hizo referencia a la ocurrencia de un “sabotaje”; y desde la Junta
Central Electoral se argumentó que se trataba de “fallos en el sistema
electrónico, de un error, que jurídicamente se le llama caso fortuito”.
Nada de eso. No
fue ni sabotaje, ni error, ni caso fortuito. Para el grueso de la población, lo
que en realidad ocurrió en las elecciones municipales fue un crimen flagrante
contra la democracia dominicana.
En lugar de fallo
en el sistema electrónico, lo que ocurrió fue que el fraude automatizado no
pudo materializarse. Más que un caso fortuito, fue un intento fallido de fraude
en base al voto automatizado. El pretendido error, por su parte, no fue más que
la trama criminal, que contrario a lo que se pretendía, fue develada.
En principio, para
distraer la atención de lo ocurrido, las autoridades diseñaron un pésimo guión
para una película de ficción. Lanzaron una cortina de humo, con la que se procuraba
responsabilizar a quienes solo habían contribuido a denunciar lo acontecido.
Pudieron haber
sido considerados como testigos referenciales, pero, en su lugar fueron
privados de su libertad, se les conculcaron sus derechos fundamentales y hasta
fueron objeto de agresión física y sicológica.
Luego de varios
días de incertidumbre y de amenazas, el coronel de la Policía Nacional, Ramón
Antonio Guzmán Peralta, y Manuel Antonio Regalado, analista técnico de Claro,
fueron puestos en libertad.
En un giro inesperado
de la estrategia de distracción, el gobierno ordenó al Ministerio Público y a
la Policía Nacional cesar los actos de persecución judicial; y de repente, los
que habían sido considerados como chivos expiatorios de la simulada
investigación, fueron dejados, como debió haber ocurrido desde un principio,
sin ningún tipo de acusación.
Bajo el efecto de
las protestas y de la presión popular, el gobierno se vio compelido a realizar
lo que era un clamor generalizado: que se realizase una auténtica investigación
sobre lo acontecido, que permitiese restituirle confianza y credibilidad al
sistema electoral nacional.
La muerte del voto
automatizado
Por supuesto, uno
de los resultados de la suspensión de las elecciones municipales, es que
decretó la muerte del voto automatizado. Esto así, no porque este sistema de
votación fuese intrínsecamente malo, sino por el hecho de que la Junta Central
Electoral, ni en las primarias del 6 de octubre, ni en la actualidad,
estableció las medidas técnicas imprescindibles para garantizar la integridad
del proceso electoral.
Cuando en enero
del 2019, las autoridades del órgano electoral convocaron a los partidos
políticos para proponer el uso de un sistema de voto automatizado, todos, sin
excepción, acogieron la propuesta con gran simpatía.
Con posterioridad,
las autoridades electorales adoptaron una resolución en la que se
comprometieron a la realización de una auditoría técnica previa al programa de
software, al código fuente y a los equipos a ser empleados en un sistema de
votación que, en principio, fue considerado como un plan piloto.
El problema
consistió en que la Junta Central Electoral nunca cumplió con su propia
resolución. En ningún momento, a pesar de nuestras múltiples solicitudes, se
implementaron las medidas para cumplir con esa auditoría técnica, indispensable
en todo proceso de votación automatizada, para garantizar la seguridad e
integridad del sistema de votación.
Eso resultaba más
grave aún, debido a que el programa de software que se empleó por vez primera
en las primarias electorales del 6 de octubre no fue diseñado, como es
costumbre a nivel internacional, por una compañía de reconocido prestigio, sino
por el propio personal técnico de la Junta Central Electoral, que no había
tenido experiencia de ese tipo.
Nunca se han
ofrecido explicaciones claras y convincentes del por qué no se llevó a cabo esa
auditoría técnica, con anterioridad a la realización de las primarias abiertas
del 6 de octubre. En algún momento, se esgrimió el argumento de que no
había recursos para eso. Luego, de que no hubo tiempo.
En todo caso, lo
cierto es que no se hizo. Para mitigar el eventual impacto que esa falta podría
tener en las elecciones primarias, solicitamos a la JCE, en su momento, que
realizase un conteo manual de los comprobantes físicos depositados en las
urnas.
De esa manera,
podría hacerse la comparación entre el voto automatizado y el voto físico, los
cuales tendrían necesariamente que coincidir en sus resultados. Así, se habría
mantenido la confianza y la credibilidad del voto automatizado.
Pero, de manera
obstinada y testaruda, la Junta Central Electoral, en todo momento se
opuso. Se resistió al conteo físico; y de ahí surgió el pecado original
que facilitó el fraude electoral del 6 de octubre y que ahora ha ensombrecido las
recientes elecciones municipales.
¿Un sistema
robusto?
Frente a las
críticas formuladas en su contra, luego del fraude de las primarias abiertas,
la JCE hizo un gran esfuerzo por legitimarse frente a la opinión pública.
Obtuvo el respaldo de varios medios de comunicación, de núcleos empresariales,
de organizaciones cívicas y de instituciones religiosas.
En atención a una
solicitud nuestra de realizar una auditoría técnico-forense al programa de
software y a los equipos empleados en las referidas primarias, la autoridad
electoral, luego de un fiasco con dos empresas, contrató los servicios de la
empresa española Alhambra Eidos.
Contrario a lo
estipulado por la ley, sin la participación de los delegados de los partidos
políticos, la referida empresa procedió a realizar la susodicha auditoría
técnico-forense. Nadie, sin embargo, sabe a ciencia cierta qué fue lo que
investigó; cuál fue la metodología empleada; o cuáles indicadores o variables
fueron tomados en consideración.
Solo en base a la
publicación de un comunicado, estableció que el sistema de voto automatizado de
la JCE disponía de “un nivel de seguridad, desempeño y tolerancia a fallos que
lo hacían robusto, fiable y rápido en su ejecución”.
Frente a unas
conclusiones tan contundentes, habría que preguntarse: ¿qué ocurrió con las
recientes elecciones municipales? ¿Por qué el sistema no resultó tan robusto y
fiable? ¿Por qué no fue tan tolerante a fallos? ¿Por qué fue tan lento en su
ejecución que hubo hasta que suspender la votación?
Es evidente que el
comunicado de Alhambra fue más que complaciente. Fue el que precisamente
necesitaba el órgano electoral para intentar recuperar la confianza y la
credibilidad requeridas para arbitrar, con respaldo de la sociedad, un proceso
electoral.
Pero el enojo y el
enfado que actualmente expresa el pueblo dominicano obedece también a otras
razones. Obedece a que sufre con impotencia, por acciones del gobierno, el
deterioro de nuestras instituciones democráticas; el engaño, la mentira y la
manipulación; el debilitamiento del Estado de derecho; y el irrespeto a la
Constitución.
Es frente a tal
cúmulo de agravios que el pueblo dominicano, en estos días, ha externado su
indignación. Leonel Fernández
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