BOSCH, LA REVOLUCIÓN DE ABRIL Y LA DOCTRINA JOHNSON
Autor: Leonel Fernández
@LeonelFernandez
Hace exactamente medio siglo, el 28 de
abril de 1965, el presidente norteamericano Lyndon B. Johnson ordenó la llamada
Operación Power Pack, que consistió en una intervención militar de los Estados
Unidos en la República Dominicana, violatoria de nuestra soberanía,
independencia y dignidad nacional.
De 41 buques inicialmente desplegados
para bloquear la isla, la ocupación comenzó con la presencia en nuestro
territorio de miembros del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, a la cual
se le unió la mayor parte de la 82 División Aerotransportada del Ejército
norteamericano, para un total de 42 mil soldados, bajo la dirección del
teniente general Bruce Palmer.
Conforme a documentos que han sido
desclasificados por el gobierno norteamericano, el general Earl Wheeler, jefe
de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos,
transmitió al general Palmer las siguientes inst ruc c i one s , que sirven de
guía para establecer las diferencias entre lo aparente y lo real. Dijo así:
“Su misión anunciada es la de salvar
vidas norteamericanas. Su misión verdadera es evitar que República Dominicana
sea comunista. El Presidente ha declarado que no permitirá otra Cuba. Usted
tomará todas las medidas necesarias para cumplir con esa misión. Se le proporcionarán
suficientes fuerzas para que cumpla con ese trabajo”.
Eso, obviamente, contrasta con lo que
el propio presidente Lyndon B. Johnson había dicho en su discurso del 2 de mayo
de 1965, a ocho días del estallido de la Revolución, en el que sostuvo que “la
rebelión pro-Bosch se había iniciado como una revolución democrática popular
comprometida con la democracia y la justicia social”.
En idénticos términos también se había
pronunciado Adlai Stevenson, representante de los Estados Unidos en las
Naciones Unidas, al sostener que el gobierno de su país “nunca había
considerado que el partido político de Bosch fuese extremista”.
Si en palabras del presidente Johnson,
la Revolución de Abril de 1965 había sido en sus inicios una revolución
democrática popular, y en la de su representante ante las Naciones Unidas, el
partido de Bosch no era extremista, ¿a qué se debió, entonces, que se ordenara
una ocupación militar para evitar que la República Dominicana se convirtiera en
una segunda Cuba?
LA DOCTRINA JOHNSON
La respuesta se encuentra en la
aplicación de la llamada Doctrina Johnson, que forma parte de la política de
Guerra Fría, surgida después de la Segunda Guerra Mundial, como resultado de la
rivalidad entre las dos grandes superpotencias de la época: los Estados Unidos
y la Unión Soviética.
Conforme a esa política, los Estados
Unidos tenían que crear un muro de contención al avance del comunismo a escala
internacional. De lo contrario, se produciría un efecto dominó, en el que los
países irían cayendo como fichas en el campo comunista, generándose, de esa
manera, una grave amenaza a la supervivencia del bloque capitalista.
En esos términos fue enmarcada la
Revolución cubana de Fidel Castro. En principio, se le vio como una revuelta
para derrocar una dictadura: la de Fulgencio Batista.
Luego, como la de un movimiento
nacionalista radical que afectaba los intereses norteamericanos por vía de las
expropiaciones de empresas e inversiones; y con posterioridad al fracaso de la
invasión de Bahía de Cochinos, como la de un país socialista, aliado a la Unión
Soviética, archirrival de los Estados Unidos.
De esa manera, Cuba se convirtió en
América Latina en el punto de referencia de lo que la política de los Estados
Unidos procuraba evitar en la región. Por ese motivo, el presidente John F.
Kennedy creó la Alianza para el Progreso, como respuesta a la Revolución
Cubana. Se procuraba promover reformas para evitar la revolución.
Se cuenta que el propio presidente
Kennedy le señaló a John Bartlow Martin, cuando le designó como embajador en
nuestro país, luego de la muerte de Trujillo, que la política norteamericana
hacia la República Dominicana, como hacia el resto de América Latina, tenía que
partir de tres opciones posibles.
La primera sería la de establecer un
régimen democrático. La segunda, un gobierno tipo Trujillo; y la tercera, un
sistema al estilo Castro y la Revolución cubana. Concluía Kennedy: Había que
aspirar a lo primero, sin descartar lo segundo, para evitar lo tercero.
Y es precisamente dentro de ese
esquema que se inscribe la Doctrina Johnson, la cual, además de ser una
extensión de las de Truman, Eisenhower y Kennedy, postula el criterio de que
una revolución en cualquier país del Hemisferio Occidental no sería considerada
como un asunto local, cuando “su objetivo es el establecimiento de una
dictadura comunista”.
La idea de que la Revolución de Abril
de 1965, cuya meta era lograr el retorno de Juan Bosch al poder y el
restablecimiento de la Constitución de 1963 fuese comunista, fue algo que
empezó a alimentarse de los cables enviados por la embajada norteamericana en
el país, los informes de la CIA y del cuerpo de asesores militares, MAAG, a sus
superiores en Washington.
Esos informes terminarían ejerciendo
una gran influencia a la hora de tomar decisiones, como se evidencia, por
ejemplo, en la transcripción de la conversación telefónica sostenida entre el
presidente Johnson y su asesor personal, Abe Fortas, en la que el jefe del
Estado norteamericano, le dice lo siguiente:
“La CIA dice que esta es una operación
dirigida y completamente dominada por Castro. Empezó como una operación Bosch,
pero ha sido completamente removida del cuadro. Los comunistas le apartaron y
han tomado completamente el control...”.
En otra nota, tomada por Jack Valenti,
Asistente Especial del Presidente, el 30 de abril de 1965, se lee al presidente
Johnson decir:
“No estoy dispuesto a permitir que
esta isla pase al control de Castro... ¿Cómo podemos enviar tropas a 10 mil
millas de distancia, y permitir que Castro tome control en nuestras propias
narices? Analicemos. Hemos resistido a los comunistas en todo el mundo: en
Vietnam, Líbano y Grecia. ¿Qué estamos haciendo en nuestro patio trasero?
Sabemos que los líderes rebeldes son comunistas”.
Fue esa convicción de que la
Revolución de Abril había empezado siendo una revolución democrática popular,
pero terminó siendo dirigida por los comunistas, lo que condujo a Johnson, de
manera errónea, a tomar la decisión de poner en ejecución la operación Power
Pack y ocupar militarmente, a la República Dominicana.
BOSCH Y EL COMUNISMO
Pero si bien para la época de la
Revolución de Abril de 1965 se hacía una separación entre Bosch, como líder de
una revolución democrática popular, y los partidos de izquierda, lo cierto es
que desde la misma campaña electoral que lo condujo al poder en el 1962, había
tenido que cargar con el estigma de ser comunista o de ser, frente a éstos, muy
flexible y permisivo.
Eso empezó con la acusación del padre
Láutico García, en virtud de la cual las pruebas de las inclinaciones de Bosch
hacia el comunismo se encontraban en un artículo publicado por éste, en el que
afirmaba que Lenin, el líder de la Revolución Rusa, había sido un paradigma de
gobernante que supo gobernar.
En una memorable polémica, que fue
televisada, el padre Láutico García se retractó de su imputación, y el laureado
escritor y político dominicano, autor de La Mañosa, procedió a ganar las
elecciones en forma abrumadora.
Sin embargo, el daño estaba hecho. Las
acusaciones nunca cesaron. A Bosch se le presionaba, para al igual que Rómulo
Betancourt en Venezuela, persiguiera a los partidarios de las ideas marxistas-
leninistas. Nunca lo hizo; y eso provocó que sus adversarios continuaran
sembrando la duda, la intriga y la cizaña.
En verdad, Bosch era fundamentalmente
un demócrata y un reformador social. Un hombre con sentido de dignidad e
independencia. Se había propuesto la elaboración de una Constitución, que
además de los tradicionales elementos liberales, recogiese aspectos sociales.
Se planteó la realización de una reforma agraria, que limitaba el latifundio.
Amenazó con cancelar contratos de azúcar y de melaza. Estableció restricciones
al derecho de propiedad de los extranjeros. Propuso la escuela laica y denunció
el contrato del Consejo de Estado con la Esso para una refinería de petróleo.
Todas esas medidas, controversiales,
pero válidas dentro de un contexto democrático, le generaron grandes tensiones
y dificultades. La prensa norteamericana, especialmente los periodistas Hal
Hendrix y Jules Dubois, le desataron una campaña feroz, tildándole de
comunista, la cual era reproducida en la prensa nacional. Igual hacían algunos
legisladores norteamericanos, como el congresista Armisted Selden y el senador
George Smathers, quienes desde sus curules, en el Capitolio, en Washington,
lanzaron encendidos ataques contra la figura del jefe del Estado dominicano.
Como puede verse, aún antes del
estallido de la Revolución de Abril, el tema era cómo evitar el control
comunista de la República Dominicana. Las mentes más lúcidas en los círculos de
poder de los Estados Unidos tenían que albergar la convicción de que el símbolo
de la Revolución de 1965 era un hombre de auténticas credenciales democráticas.
Pero en torno a su figura había, entonces, mucho recelo, suspicacia y
desconfianza.
Medio siglo después, sin embargo, su
nombre, junto al de Francisco Alberto Caamaño Deñó, Rafael Tomás Fernández
Domínguez y de todos aquellos que arriesgaron sus vidas para defender nuestra
libertad, independencia y soberanía, ocupan un sitial de honor en el corazón
del pueblo dominicano.
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