Un desastre estadounidense anunciado

Delattre me contó que
tiene sus propias preocupaciones sobre el tema. En octubre, el presidente
Donald Trump podría dar una sorpresa que involucre un incidente militar en el
mar del sur de China para demostrar la determinación estadounidense en contra
del presidente de China, Xi Jinping. En un discurso de 70 minutos celebrado en
el prado sur de la Casa Blanca, Trump aseguró que esa determinación
supuestamente iba a desaparecer en el caso de una victoria de Joe Biden, tras
lo cual “China se adueñaría de nuestro país”.
Trump es como el
pregonero de “La caza del Snark” de Lewis Carroll: “Lo dije tres veces: lo que
te diga tres veces es verdad”. China no sería más dueña de los Estados Unidos
de Biden de lo que los Estados Unidos de Trump poseen Groenlandia.
“Hoy ser europeo es
una sensación solitaria”, reflexionó Delattre. Rusia es hostil. China es
hostil. Las potencias emergentes consideran las organizaciones multilaterales
de la posguerra que tienen un valor para Europa como reliquias de un mundo
hecho por y para las potencias occidentales… y quieren cambiarlas. En cuanto a
Estados Unidos, se encuentra ausente.
Cada vez es más
frecuente escuchar a los europeos hablar sobre la necesidad de una “contención”
de Estados Unidos si Trump es reelegido; el término lo acuñó el diplomático
estadounidense George Kennan para definir la política de Estados Unidos hacia
la Unión Soviética comunista durante la Guerra Fría. Ese sería un
acontecimiento impactante, salvo que ya nada es impactante.
No en un mundo en el
que las falsedades presidenciales que se repiten tres veces, o más, se vuelven
“verdad”.
No después de una
Convención Nacional Republicana durante la cual Mike Pompeo, el lambiscón
secretario de Estado, coreó alabanzas para la “visión de ‘Estados Unidos
primero’” desde un techo de Jerusalén, desafiando abiertamente la Ley Hatch, la
cual les prohíbe a los empleados federales involucrarse en actividades
políticas mientras están trabajando.
“Pompeo es el peor y
el más corrupto secretario de Estado en la historia”, me comentó Norman
Ornstein, un académico residente del American Enterprise Institute.
No después de que
Trump preparó la escena para la demolición de la democracia estadounidense al
decir, en el día inaugural de la convención, que “la única manera en que pueden
quitarnos esta elección es con una elección amañada”.
No después de que
Trump, en un discurso de aceptación que, siguiendo el modelo de Pompeo, requisó
la Casa Blanca por motivos políticos, advirtió de forma pesimista: “Si la
izquierda obtiene el poder, demolerá los suburbios”. No después de que Trump ha
convertido al Partido Republicano en un culto a la personalidad. No después de
que Trump, a partir de los procesos del juicio político, llegó a la conclusión
de que se puede salir con la suya cuando quiera.
Le pregunté a
Ornsetin, quien no es propenso al histrionismo, cuán real es la amenaza para la
democracia estadounidense, a 67 días de las elecciones. “No estamos en DEFCON
1, pero estamos muy cerca”, respondió, para referirse al nivel más alto de
amenaza en el registro de identificación que usan las fuerzas armadas de
Estados Unidos.
Los europeos ya
conocen esta historia. Viktor Orban, el primer ministro derechista de Hungría,
ha creado una plantilla para el sistema autoritario que Trump querría en caso
de ser reelegido: neutralizar un poder judicial independiente, satanizar a los
inmigrantes, asegurar que “la voluntad del pueblo” invalida los sistemas
constitucionales de controles y equilibrios, restringir los medios libres,
exaltar un heroísmo nacional mitificado y, por último —como Orban, Vladimir
Putin o Recep Tayyip Erdogan de Turquía—, amarrar una forma de gobierno
autocrático que conserva un revestimiento de democracia mientras distorsiona lo
suficiente la competencia para asegurar que produzca un solo resultado.
De hecho, claro está,
Trump ya lleva por ese camino desde hace tiempo. Tiene en el bolsillo al
Departamento de Justicia del fiscal general William Barr. Como lo presumió en
su discurso, está en vías de nombrar más de 300 jueces federales. Ya tiene en
la mira al dueño de The Washington Post, Jeff Bezos.
Está trabajando duro
en la supresión del voto e intenta descalificar los votos legítimos. “En las
boletas por correo, hacen trampa”, asegura el presidente. Las boletas por
correo son “sustancialmente fraudulentas”. Las boletas por correo “serán
impresas en el extranjero”.
Lo que te diga tres
veces es verdad. Es como decir una y otra vez que una victoria de Biden llevará
a la destrucción o que ha hecho más por los afroamericanos que cualquier otro
presidente desde Lincoln. Trump está orquestando el caos para mantener el
trabajo que probablemente sea el único medio que le permita evadir a los
fiscales de Nueva York y una sentencia en prisión. Las encuestas sugieren que
es mucho más probable que los demócratas con mascarilla voten por correo que
los republicanos sin mascarilla. De ahí la porfía de Trump y la reciente
eliminación acelerada de las máquinas clasificadoras de correo.
Funcionarios cercanos
a Biden están analizando varios escenarios ominosos: Trump canta victoria antes
de que se cuenten por completo los votos en los estados pendulares, un conteo
que podría demorar muchos días o incluso semanas a causa de la alta
probabilidad de que haya una gran cantidad de boletas de voto en ausencia;
Trump, con el respaldo de Barr, quien ha asegurado que gobiernos extranjeros
han producido boletas falsas para votar por correo, se niega a admitir la
derrota y desafía la validez del conteo de los votos por correo; algún intento
de Trump de usar las fuerzas armadas para ayudarle a ganar; Trump impugna el
resultado en uno o más estados, así ni Biden ni Trump tienen los 270 votos
electorales necesarios y la elección es determinada con un voto por estado por delegaciones
que tienen una mayoría republicana.
Sin un triunfo
aplastante de Biden, y no veo que vaya a ocurrir uno, cualquiera de estas
opciones es posible… y Europa querrá “contener” ese Estados Unidos. Como a
Kissinger y Delattre, me preocupa China. Sin embargo, tal vez lo que más me
preocupa es que Su Necesidad vea un modelo potencial en la maniobra que realizó
Xi de eliminar los límites a los periodos presidenciales para convertirse en
emperador de por vida. The New York Times
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