Cansados de esperar, familias haitianas deambulan a pie por Costa Rica camino a Estados Unidos

“Nosotros como padres nos sentimos
mal, pero para mejorar nuestras vidas por ellos (los niños) tenemos que luchar.
Mañana cuando ellos sean personas (adultas) como nosotros podrán contar la
historia de lo que hemos pasado”, declaró Efe el migrante haitiano Wisno Louis,
padre de dos niñas.
La tercera parte de la caravana
corresponde a niños, muchos de ellos muy pequeños, quienes con sus caras sonrientes
y espíritu alegre hacen más llevadera la dura travesía para sus padres.
La caravana de 97 haitianos partió a
pie el pasado viernes del Centro de Atención Temporal de Migrantes (CATEM),
situado en el sur de Costa Rica, y tras caminar 80 kilómetros bajo el sol y la
lluvia durante tres días encontraron refugio en la comunidad de Palmar Norte,
donde un grupo de voluntarios les brinda asistencia con el apoyo de empresas
locales.
Louis, quien creció en la República
Dominicana y vivió varios años en Chile, explicó que las autoridades
migratorias de Costa Rica ofrecieron a los migrantes un “salvoconducto” para
poder movilizarse por el país, con lo que ellos esperan llegar hasta la
frontera con Nicaragua, situada a unos 500 kilómetros de la ubicación actual de
la caravana.
La esperanza de los haitianos es que
el Gobierno les cumpla y poder desplazarse, a más tardar el próximo viernes, en
un autobús hasta la frontera con Nicaragua, en el norte de Costa Rica. Louis,
quien ejerce como una especie de líder del grupo, comentó que si el Gobierno no
cumple, continuarán su travesía a pie el próximo fin de semana.
La Dirección de Migración asegura que
ha conversado con los migrantes para explicarles que las fronteras de
Centroamérica se encuentran cerradas por la pandemia y que no podrán cruzar
hacia Nicaragua, por lo que les ha instado a permanecer en el CATEM.
Sin embargo, Louis afirmó que en el
CATEM las condiciones higiénicas son malas y hay hacinamiento, y que lo único
que ellos quieren es que los dejen continuar su ruta.
Incluso dijo que la caravana tiene el
dinero para pagar sus propias pruebas de COVID-19 y presentarlas a las
autoridades de Nicaragua y pedir que les dejen avanzar.
“Estuvimos seis meses detenidos en un
lugar (el albergue) donde uno no tiene derecho a reclamar nada. No podíamos
aguantar y decidimos salir por nuestros hijos que no están estudiando y no
tienen una salud normal”, declaró Louis.
Cerca de la frontera con Nicaragua hay
otro CATEM, donde en la actualidad vive otro grupo de más de 100 migrantes
haitianos.
Es conocido que en la frontera entre
Costa Rica y Nicaragua operan “coyotes”, que se encargan de cruzar personas por
puntos ciegos de vigilancia y frecuentemente las autoridades costarricenses
informan de la detención de personas que se dedican a esa actividad.

UN LARGO VIAJE ESQUIVANDO EL CONTAGIO
La mayoría de los haitianos en esta
caravana salió de Chile, en donde perdieron sus empleos durante las violentas
protestas sociales del año pasado contra el Gobierno. Una pequeña parte de
ellos salió de Brasil.
Los caribeños decidieron partir de
Chile en busca del sueño de llegar a Estados Unidos. Para ello cruzaron varias
fronteras suramericanas, atravesaron la peligrosa selva del Darién para llegar
a Panamá, y luego pasaron hacia Costa Rica.
En este país quedaron atrapados desde
marzo pasado por el cierre de las fronteras que los Gobiernos de la región
aplicaron debido a la pandemia de la COVID-19.
Unos 2.000 haitianos más están en
albergues de Panamá. Por el momento, los haitianos que están en Costa Rica no
han sufrido contagios con coronavirus y la caravana de los 97 se considera una
“gran burbuja».
LA
SOLIDARIDAD, UN OASIS EN EL CAMINO
Rufino Alvarado, uno de los
voluntarios que brinda apoyo a los migrantes en el pequeño pueblo de Palmar
Norte, dijo a Efe que las autoridades gubernamentales se han desentendido de
los haitianos, y que las acciones se limitan a mantener una escolta de la
Policía de Migración y de la Fuerza Pública.
Empresas y habitantes de Palmar Norte
y de otras comunidades cercanas se han unido para donar alimentos, tiendas de
acampar, frazadas, coches para los niños, ropa y zapatos, y darles refugio en
un salón grande donde hay espacio para todos. Este oasis le ha permitido a la
caravana descansar, recuperar energía y ánimos para enfrentar los días
venideros, en los que esperan tener algo más de claridad sobre su futuro,
especialmente el de los niños. EFE
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