Turquía se pregunta qué pasará tras el intento de un golpe
EFE - Dogan Tiliç Ankara. Si bien prácticamente toda la sociedad turca está aliviada de
que el intento de golpe de Estado no acabara con la democracia en Turquía,
muchos se preguntan ahora cómo evolucionará el país en medio de una inédita ola
de detenciones y destituciones de supuestos golpistas.
El principal objetivo de la purga que se está llevando a cabo
en el Ejército y en el sistema judicial del país son los seguidores de
predicador conservador Fethullah Gülen.
El Gobierno y la Justicia coinciden en que la llamada
"organización terrorista de Fethullah Gülen" (FETÖ) es la principal
responsable del violento levantamiento militar que ha causado, en menos de 20
horas, al menos 290 muertos y más de 1.400 heridos.
En todo caso, poco o nada se sabe, hasta ahora, de los
verdaderos protagonistas al frente de una misteriosa junta que se identificó
como "Consejo de Paz en Casa" y que llegó a proclamar que había
asumido el control del Estado, llamado "traidor" al presidente turco,
Recep Tayyip Erdogan.
Las ciudadanía turca tiene una larga experiencia en golpes de
Estado tras los levantamientos de 1960, 1971, 1980 y 1997, que en ningún caso
fueron tan violentos como esta vez.
Sin embargo, a diferencia del pasado, esta vez ninguno de los
golpistas dio la cara en su intento de asumir el poder.
La única comunicación fue una críptica declaración leída
-bajo amenazas- por una presentadora de la televisión pública TRT.
El golpe no tuvo identidad desde el inicio, lo que sugería
que los golpistas no tuvieron confianza en ellos mismos.
Hasta el momento, la ciudadanía sigue sin saber quién era
realmente la cabeza de esa junta y quiénes sus miembros.
Miles de soldados, entre ellos medios centenar de generales,
fueron detenidos en las últimas 24 horas y el ministerio de Justicia aseguró
hoy que habrá más detenciones todavía.
Ante los llamamientos del casi derrocado presidente, Recep
Tayyip Erdogan, quien solo pudo comunicarse a través de un teléfono móvil con
la ciudadanía, decenas de miles de turcos salieron a la calle para defender la
democracia.
En los anteriores golpes militares la ciudadanía había
permanecido pasiva, mientras que los partidos políticos no se ponían de acuerdo
sobre si debían o no rechazar el levantamiento militar.
Esta vez, los cuatro partidos del Parlamento incluso firmaron
una muy inusual declaración conjunta condenando el golpe, incluyendo los
partidos más críticos y enfrentados con Erdogan, como el izquierdista y
prokurdo HDP o el socialdemócrata CHP.
Y mientras que la junta nunca llegó a dar la cara, sus
soldados sobre el terreno fueron más violentos que nunca, disparando contra
manifestantes en las calles, atacando desde el aire el Parlamento, el palacio
presidencial y el hotel donde Erdogan había estado de vacaciones en el mar Egeo
en el momento del golpe.
Poco después de estar claro que el levantamiento estaba por
fracasar surgieron en todo país demandas, en público, de reinstalar en Turquía
la pena de muerte, abolida en 2004.
Tanto Erdogan como su primer ministro, Binali Yilirim, en
lugar de rechazar estas ideas radicales, señalaron varias veces que
"tendrán en cuenta" los reclamos de la gente y que harán "lo que
sea necesario".
Estas exigencia y los casos de agresiones de manifestantes
islamistas contra supuestos golpistas y periodistas están causando preocupación
entre el sector laico y crítico con el partido gobernante AKP.
Un soldado golpista fue incluso degollado tras rendirse en
una calle de Estambul.
El propio Erdogan calificó como "regalo de dios" el
golpe, ya que que le da la oportunidad de limpiar todo el aparato estatal y el
ejército de los gülenistas.
Preguntado el domingo si se podía producir una "caza de
brujas" en Turquía, un viceprimer ministro turco aseguró que solo se
actuará de acuerdo a la ley.
Sin embargo, la prensa y los críticos laicos en Turquía temen
ahora un "jardín de rosas sin espinas" para Erdogan, con una
oposición acallada e intimidada.
Asociaciones de periodistas y partidos de la izquierda
extraparlamentaria emitieron hoy comunicados en los que condenan con claridad
el intento golpista pero destacan que eso no significa que el régimen de
Erdogan sea democrático.
En las redes sociales, tan criticadas por el presidente en el
pasado pero usadas esta vez por él mismo para movilizar a las masas en un
intento de frenar la asonada, crecía hoy el temor a que el fracasado golpe
pudiera suponer un Erdogan más fuerte e intransigente que nunca.
"Sin duda el intento (golpista) es un buen pretexto para
que Erdogan pueda hacer ahora lo que quiera, imponer un régimen fuerte que
elimine a cualquier oposición que se oponga", escribió hoy el analista
Yavuz Baydar, un antiguo seguidor de Erdogan y ahora uno de sus críticos más
feroces.
Y el diario izquierdista Birgün señaló en un editorial que
"el golpe se han evitado, ¡si!, pero ¿ha ganado la democracia?".
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