Obama llama a la unidad para evitar otra crisis y aprobar reformas urgentes

“Si no les gusta el presidente, cámbienlo en las elecciones, pero no destruyan lo que tardó dos siglos en construirse”, dice

El presidente, fortalecido por el conflicto reciente, pide la elaboración de un presupuesto y la reforma migratoria

 Washington
Barack Obama, tras su comparecencia. / CHARLES DHARAPAK (AP)
Aunque él mismo dijo que “aquí no hay ganadores”, es claro que Barack Obama surge como el vencedor de una crisis que ha deteriorado la imagen internacional de Estados Unidos, violentado la convivencia nacional y causado considerables daños económicos, pero que también ha minado, al menos temporalmente, la influencia del conservadurismo extremista y ha allanado el terreno para la cooperación entre los sectores moderados de ambos partidos. El presidente ha aprovechado para llamar a la unidad y convocar a la ejecución de las reformas suspendidas por el enfrentamiento resuelto el miércoles in extremis.
“Todo lo que tenemos que hacer”, dijo Obama en una comparecencia en la que agradeció a “los republicanos responsables” por su contribución a la solución temporal de la crisis presupuestaria, “es dejar de fijarnos en los lobbys, en los blogueros, en los predicadores de la radio, en los activistas profesionales que se benefician del conflicto, y concentrarnos en la tarea para la que la mayoría de los norteamericanos nos eligió, en hacer crecer la economía, en crear empleos, en fortalecer la clase media, en educar a nuestros hijos, en sentar las bases de una prosperidad que alcance a todos y en conseguir orden fiscal de largo plazo”.
Obama llamó a la unidad, y también a la razón, después de varias semanas en las que se han cruzado insultos casi irrepetibles para los medios de comunicación norteamericanos, se han exhibido banderas confederadas, ha quedado expuesto todo el odio, especialmente contra el presidente, que se ha ido acumulando por años. “Si no les gusta una política determinada o un presidente en particular”, dijo, “vayan y ganen unas elecciones, cámbienlo, pero no destruyan lo que nuestros predecesores tardaron dos siglos en construir”.
Existe, en efecto, una ventana de oportunidad para hacer cosas aplazadas, no ya durante esta crisis, sino durante muchos meses. El presidente, que ha conseguido sortear esta situación sin una sola concesión y ha demostrado una templaza inusual en Washington en estos tiempos, está investido de una nueva autoridad. Pero es una ventana estrecha y que puede volver a cerrarse en cualquier momento.El acuerdo que aprobaron el Senado y la Cámara de Representantescuando faltaban menos de dos horas para la suspensión de pagos y después de 16 días de cierre administrativo extiende el presupuesto para seguir operando normalmente solo hasta el 15 de enero y amplía el techo de deuda hasta el 7 de febrero. Es decir, que a la vuelta del nuevo año podríamos volver a encontrarnos en una situación similar a la que acaba de ocurrir.
De hecho, al aceptar su derrota, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, anunció que “la batalla continúa”, y la nutrida porción del Partido Republicano que sigue las consignas del Tea Party, lejos de admitir cualquier error, culpó del fracaso a la cobardía de sus compañeros centristas. Aunque, finalmente, se superó la votación en la Cámara gracias a los votos demócratas, es importante anotar que 144 de los 234 miembros del grupo republicano se pronunciaron en contra, lo que permite visualizar la influencia del Tea Party.
En esas condiciones, el liderazgo republicano se verá obligado, al menos hasta las elecciones legislativas del año próximo, a ceder la iniciativa al Partido Demócrata y legislar junto a él, como ocurrió el miércoles, o aceptar el dictado, siempre radical y a veces irracional, del Tea Party. Esa una decisión difícil, porque nunca es sencillo para un partido admitir semejante debilidad.
Pero, con toda la prudencia del caso, las condiciones hoy son más favorables que ayer para la consecución de acuerdos. La clase política ha sentido el impacto de su desprestigio, el país entero es consciente del riesgo al que ha estado expuesto y del perjuicio para su liderazgo mundial. Obama pretende aprovechar este momento, según declaró ayer, para sacar adelante antes de fin de año tres grandes iniciativas: un presupuesto, la reforma migratoria y una ley agraria.
El presupuesto es, sin duda, lo más urgente para evitar nuevas perturbaciones al comienzo de 2014, pero es también lo más complicado. Conciliar puntos de vista actualmente tan divergentes sobre la política de impuestos –que el Tea Party obligó a los republicanos a jurar que no se aumentarían jamás- y de gasto público se ve como una labor titánica.
No va a ser más fácil la reforma migratoria. Está aprobada desde la primavera en el Senado, pero falta el escollo de siempre, la Cámara. Cuenta con el apoyo de republicanos moderados, que creen que rechazarla sería, después del tiro en el pie del cierre administrativo, un disparo en la sien que arruinaría las opciones electorales del partido durante décadas.
Pero no es ese el cálculo del Tea Party, cuyo objetivo principal es el de impedir la legalización de más de 11 millones de inmigrantes indocumentados, en su mayoría de origen mexicano e hispano, a los que atribuye el peligro de desvirtuar el carácter nacional norteamericano. En este asunto, los republicanos radicales cuentan con el apoyo de varios demócratas que compiten en distritos conservadores y que escuchan la voz de sus electores, no la de Obama.
Por eso es fundamental el plazo establecido ayer por el presidente. Si todo esto no se hace antes de fin de año, mucho más difícil será el año próximo, cuando las urgencias electorales –las legislativas son en noviembre- serán aún más acuciantes.
Más lenta tendrá que ser la recuperación del prestigio internacional. “Probablemente”, dijo Obama, “nada habrá hecho más daño a nuestra credibilidad en el mundo que el espectáculo que hemos visto estas últimas semanas: ha envalentonado a nuestros enemigos y ha deprimido a nuestros amigos”.

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