Frustraciones vuelven a sacar a la calle a los colombianos

Las movilizaciones
que sacuden a diario la nación muestran una variedad inusualmente amplia de
quejas, aunque con un lema similar: La oposición a un gobierno que muchos creen
que solo vela por los ciudadanos más privilegiados.
“Nos sentimos
totalmente desprotegidos de todo”, dijo Lucy Rosales, una pensionista que
caminaba por el centro de la capital, Bogotá, el martes. “No sentimos que
tenemos un vocero que nos represente. Son muchas las cosas que dejaron
acumular”.
La nueva marcha se
celebra un día después de que el intento de Duque de frenar el malestar
reuniéndose con un grupo que coordina las protestas saliese mal. Miembros del
Comité Nacional del Paro se negaron a formar parte del diálogo convocado por el
presidente con todos los sectores sociales, creando nuevas dudas acerca del
tiempo que podrían prolongarse las costosas movilizaciones.
“El gobierno no ha
sabido aprender de las experiencias chilena y ecuatoriana”, señaló Jorge
Restrepo, un profesor de Economía, refiriéndose a las recientes manifestaciones
masivas en ambos países. “Ha cometido muchos errores”.
El comité
coordinador presentó el martes una lista de 13 demandas que piden a Duque que
retire o reformule las reformas fiscal, laboral y de pensiones. Además, los
líderes de los sindicatos de trabajadores y estudiantes quieren que se revisen
los acuerdos de libre comercio, que se elimine una unidad de la policía
antimotines acusada de la muerte de un estudiante de 18 años y la
implementación total del histórico acuerdo de paz con los rebeldes de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Los organizadores
demandan también que el presidente conservador cree un proceso de negociación
independiente y específico para abordar sus demandas. Esta es una idea a la
que, al menos al principio, el gobierno no está dispuesto, alegando que incluir
a todos los colombianos sería un enfoque más democrático.
“El presidente les
ha explicado que lo ideal es tener espacios incluyentes, no excluyentes”, dijo
la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez.
Varios
manifestantes se mostraron de acuerdo con la decisión del Comité Nacional del
Paro de no participar en la “conversación nacional” iniciada por Duque, quien
parece emular a su homólogo francés Emmanuel Macron con su “gran debate
nacional”, el proceso que inició para implicar a los ciudadanos en la redacción
de reformas tras meses de protestas.
“Colombia esta tan
acostumbrada a que le digan mentiras”, manifestó Ana María Moya, una estudiante
que participa en las protestas. “Uno aprende a no confiar en palabras”.
Sigue sin estar
claro hasta qué punto el Comité Nacional del Paro representa a los
manifestantes en unas protestas que se han convertido en una muestra del
descontento ciudadano. Una invitación a concentrarse en un parque o una
cacerolada se hace rápidamente viral en WhatsApp y pronto cientos de personas
llenan vecindarios con el sonido agudo del metal y cánticos para la marcha de Duque.
“Ya estamos
cansados”, agregó Moya. “Y estamos diciendo ‘Ya no más’”.
Varios líderes han
intentado capitalizar el momento, pero ninguno ha emergido como la voz
inequívoca de los inconformes.
“Hay una contienda
por la propiedad de los manifestantes”, apuntó Restrepo. “Veo que los
estudiantes salen a las calles porque necesitan más movilidad social, mayores
niveles de ingresos, más oportunidades al menos de trabajo. Pero los que dicen
que representan a esos estudiantes en las calles son los sindicatos”.
Se considera que
Colombia necesita una reforma laboral y del sistema de pensiones. En la
actualidad, pocos retirados tienen acceso a las pensiones, y los que tienen
menos ingresos tienen menos probabilidades de recibir una. Las leyes laborales
dificultan la contratación de nuevos empleados. Aunque la economía crece a un
saludable 3,3%, el paro subió a casi el 11%, su peor dato desde 2010, añadió
Restrepo.
“Yo calificaría
las demandas del Comité Nacional del Paro de altamente conservadoras,
regresivas y contrarreformistas”, agregó.
Sin embargo, el
mensaje del comité ha calado ampliamente, aprovechando la larga lista de
frustraciones de los colombianos.
Para algunos se
trata de asuntos generales como la no implementación de los acuerdos, la
corrupción endémica y la persistente desigualdad. Otros, sin embargo, se
manifiestan por cuestiones más mundanas como el precio relativamente alto del
transporte público, que además es lento y está masificado.
Una imagen habitual en las
movilizaciones es la de grandes tiburones de plástico, que al menos un
participante parece levantar siempre por encima de la multitud, criticando la
decisión del gobierno de habilitar cuotas para su pesca.
“Es como si
todos los grupos se alimentasen unos de otros”, dijo Gimena Sánchez-Garzoli,
una activista de derechos humanos en la Oficina en Washington para Asuntos
Latinoamericanos.
Pocos
esperaban que una mezcla tan variada de motivos pudiese derivar en protestas
largas, pero muchos creen ahora que podrían continuar por algún tiempo.
Las
movilizaciones ya han tenido un alto costo. Cuatro personas fallecieron,
cientos más resultaron heridas y se perdieron millones de dólares por el cierre
de negocios durante las protestas.
La paciencia
de algunos colombianos está empezando a agotarse.
Julio
Contreras, un repartidor que fue atacado con gases lacrimógenos cuando
intentaba levar 20 kilos (44 libras) de pollo a restaurante, dijo que está
listo para que las protestas finalicen.
“No nos dejan
trabajar. Estos estudiantes deberían estar en las universidades y no
afectarnos”, señaló. AP
Comentarios
Publicar un comentario