Corte Suprema de EEUU inicia un esperado debate sobre uso de inyección letal
En su
decisión de abril de 2008 sobre el caso “Baze vs Rees”, el más alto tribunal
del país concluyó que la inyección letal no se oponía a la Octava Enmienda de
la Constitución, que prohíbe cualquier “castigo cruel e inhabitual”.Pero desde
entonces cambiaron los barbitúricos empleados para matar a los condenados tras
el rechazo de los laboratorios farmacéuticos en particular los europeos– a
suministrar sus productos para realizar ejecuciones.
Ante la
falta de esos fármacos, los 32 estados norteamericanos en los que está en vigor
la pena capital recurrieron a medicamentos no homologados y a grupos
farmacéuticos no homologados, pero se niegan a develar su fuente de
aprovisionamiento.
“Dada la
falta de transparencia, no es sorprendente que solo en 2014 hayamos asistido a
tres ejecuciones muy cuestionadas”, dijo Megan McCracken, experta en materia de
inyección letal. Dennis McGuire murió el 16 de enero del año pasado 26 minutos
después de haber quedado visiblemente sofocado.
El 29 de
abril Clayton Lockett sucumbió en Oklahoma al cabo de 43 minutos de estertores
y gemidos. Joseph Wood pereció el 23 de julio en Arizona 117 minutos después de
recibir la inyección letal, cuando lo habitual es que no transcurran más de
diez minutos.
El elemento
común de las tres ejecuciones fue el uso del midazolam, una droga no aprobada
como anestésico. El producto fue empleado en los tres casos como primera
inyección con la intención de dejar inconsciente al condenado antes de
inyectarle el producto letal.
En Florida
(sureste) se usa este medicamento como un paralizante, lo que impide saber si
el prisionero ha sufrido o no, afirma el anestesista David Waisel, quien
asegura que el midazolam no “induce en absoluto un coma profundo”. “Estas
ejecuciones fallidas tuvieron lugar en un ambiente de experimentación y de
precipitación de las autoridades estatales, sin supervisión científica”,
explicó Dale Baich, abogado de los demandantes, tres condenados a muerte de
Oklahoma.
En este
contexto la Corte Suprema decidirá si la Octava Enmienda prohíbe a un estado
ejecutar a una persona con un cóctel de medicamentos que “podría causarle un
severo sufrimiento”, en este caso con un producto sin propiedades analgésicas y
sin garantía de producir “una inconsciencia tan profunda como un coma”.
Los tres
condenados por asesinato, Richard Glossip, John Grant y Benjamin Cole,
pretenden que se dictamine que el midazolam crea “un riesgo significativo” u
“objetivamente intolerable de sufrimiento”.
Las
autoridades de Oklahoma alegan que no es así y argumentan que el producto
insensibiliza “frente a las estimulaciones extremadamente dolorosas”.
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