Haití: Un callejón sin salida

Mientras las
élites política, empresarial y social haitianas se debaten en una bizantina
discusión sobre las raíces de sus problemas ancestrales, la actual situación
amenaza con una estampida masiva a República Dominicana, que discretamente ha
venido registrándose de distintas formas, buscando oxígeno en otros territorios
de la región.
Quizás solo los
haitianos que detentan el poder no se dan cuenta de la profundidad de la
parálisis en que ese Estado está inmerso, que para no pocos expertos Haití se
encuentra en un callejón sin salida que lleva al convencimiento de que es un
Estado fallido.
Después de tres
meses de protestas que generaron cerca de 50 muertos, 19 a manos de la Policía,
y más de un centenar de heridos, y en medio de una encrucijada que hunde cada
vez más a una masa humana sin objetivo, sin dirección, sin propósito y sin
destino.
Aunque su actual
Presidente entiende que el mal de su país tiene su principal génesis en la
Constitución, la cual, desde sus inicios, estableció una democracia de corte
republicano parlamentaria, lo cierto es que los problemas del país son
ancestrales, obedecen a múltiples factores, y que el estilo de administración
es solo una arista del estancamiento que se percibe en todos los órdenes.
Para el jefe de
Estado haitiano, la modificación de la actual Constitución de su país a los fines
de que cambie el tipo de gobierno republicano parlamentario, a uno que
fortalezca la figura presidencial, coadyuvaría a dar solución a muchas de las
debilidades institucionales del pueblo haitiano. La historia haitiana es un
espejo de cómo los vaivenes constitucionales para establecer monarquías,
repúblicas y sistemas parlamentarios, ya republicanos o monárquicos, hundieron
al incipiente Estado en un aparato inoperante.
La actual crisis
que abate Haití es tan profunda tras 14 meses sin presupuesto y 10 sin
gobierno, que la administración de Moïse reconoce que amplias zonas del
Departamento Oeste atraviesan por una crisis humanitaria de escasa recordación
en la historia de esa nación, presionando a los vecinos países, República
Dominicana en primer término.
El que Haití no
tenga un Primer Ministro y presupuesto desde el 18 de marzo de este año, se
explica porqué la Cámara de Diputados destituyó al notario Jean Henry Céant
como Premier, en una maniobra del Palacio Nacional encaminada a buscar un
candidato que se plegara a los designios del actual presidente. Jovenel Moïse,
un gobernante que arribó a la Presidencia de su país, con no pocas expectativas
entre la gente que más sufre ese tipo de crisis, erró el tiro al provocar la
salida de Jean Henry Céant, a quien se le sindica como un hombre del movimiento
Lavalás, del expresidente Jean Bertrand Aristide.
Céant, un político
de prestigio en la sociedad haitiana, venía de sustituir como Premier a Jack
Guy Lafontant, obligado a dimitir luego de las pobladas del 6, 7 y 8 de julio
que literalmente pusieron patas arriba a la sociedad haitiana tras el
incremento en los precios de los combustibles, resultante de las recetas del
Fondo Monetario Internacional (FMI).
La indefensión de
los presidentes de no tener capacidad de maniobra para disponer de recursos con
qué responder a los miles de compromisos y demandas insatisfechas, agregado a
su imposibilidad de nombrar empleados públicos, les lleva a depender del Primer
Ministro, que en un gobierno parlamentario tiene aquellas facultades
constitucionales.
Resultó, pues, que
el prestigioso Céant no estaba obedeciendo las directrices del jefe de Estado y
fue obligado a salir. Desde que fue creado el gobierno republicano parlamentario,
en Haití los presidentes funcionan en un sistema dual de dos cabezas: un
Presidente como jefe de Estado y un Primer Ministro como jefe de gobierno, que
ha sido criticado porque no se adapta a la idiosincrasia y cultura de una
sociedad tropical, plagada de necesidades y de hambruna, como fue inútil la
creación en el pasado de los dos reinos, el del Norte y el Sur en el siglo XlX.
La actual crisis
política institucional fue provocada en el mejor momento para Haití, pues los
fondos provenientes de organismos crediticios internacionales como el Banco
Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Fondo Monetario
Internacional y de la propia Unión Europea, fluían sin contratiempos hasta que
el Palacio Nacional de Haití concibió la estrategia de hacer saltar su Premier.
Informaciones de
expertos en el tema haitiano dan cuenta de que “el FMI tenía un préstamo de 200
millones de dólares ya aprobado para mejorar la economía haitiana, pero los
fondos fueron congelados con el choque de poder entre el Premier y el Jefe de
Estado, lo que ocasionó que Haití cayera en una crisis de grandes dimensiones
porque no tiene recursos para suplir el déficit de su presupuesto que ya ronda
casi el 60 por ciento”.
La estrategia del
gobierno de Moïse se afianzó en la idea de que con su mayoría parlamentaria
maniobraría para designar a un Primer Ministro de su complacencia, de modo que
sus proyectos no tuvieran resistencia en el Parlamento haitiano.
Jean-Michel Lapin,
el Primer Ministro interino designado al efecto, venía del ministerio de
Cultura con un bajo perfil, y llegó a esa posición mediante una jugada
criticada por la comunidad jurídica haitiana, pues se esperaba que Moïse
permitiera que el destituido Céant despachara los asuntos corrientes hasta
llegar los trámites burocráticos, lo cual no esperó el Presidente. Esa lucha de
poder contaminó todo el tejido político y social de Haití, pues los senadores
se opusieron a Lapin y no reconocieron su autoridad.
Las cosas de
Estado en Haití se reducen, en la mayoría de los casos, a pleitos entre
compadres, pues el presidente Moïse dispuso la designación de otro: el
economista Fritz William Michel, cuyo “background” se filtró a los medios de
comunicación.
De acuerdo con los
medios de prensa haitianos, y tal como se decía en los mentideros políticos,
Michel vendía chivos sobrevaluados al Estado, por lo que se ganó el mote de
“Mesyé Kabrit” (El hombre chivo), de manera que los senadores lo boicotearon,
tiempo desde el cual Haití ha estado sin un gabinete oficial, en tanto Lapin sigue
como interino y sin los fondos crediticios.
Ese conflicto
político unido a la demanda de amplios sectores haitianos, especialmente en las
redes sociales, para que las autoridades explicasen el destino de casi 4 mil
millones de dólares del programa de Petrocaribe, dispuestos en los gobiernos de
Michel Martelly y René Preval, sirvieron de caldo de cultivo para exigir en las
calles la renuncia del presidente Jovenel Moïse.
Solución a
la vista
El futuro
No es exagerado
coincidir con expertos en política internacional en el sentido de que Haití se
encuentra en primera fila de la lista de Estado fallido del planeta.
El origen
La actual crisis
haitiana es una de tantas en las que cíclicamente se consume esa nación, cuyo
origen se encuentra en todo lo ocurrido en los últimos dos siglos.
La nación
Haití surgió de
una revolución social, independencia y racial que la hace especial entre todas
las revoluciones llevadas a cabo a principios del siglo XlX.
Fuente: www.listindiario.com.do
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