Madre de niña que murió en ambulancia detuvo la DNCD dice: "quiero que ellos paguen lo que le hicieron a mi niña"

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Familia de Carla Michel indignada por sanción disciplinaria contra oficiales

La familia de la bebé Carla Michel se enfrenta al dolor de la ausencia, la indignación y la impotencia de no poder proceder en contra de los oficiales por no contar con los recursos necesarios para solicitar los servicios de un abogado.

“Quiero que ellos paguen lo que le hicieron a mi niña. Ellos le quitaron la vida” (madre de bebé muerta por culpa DNCD)
Dileny clama justicia por muerte de su bebé de 4 mesesEsteban Morales Sang/Acento.com.do
SAN CRISTÓBAL, República Dominicana.- Su voz revela la indignación y la impotencia, dos palabras que describen los sentimientos que se anidan en su pecho, sin que encuentre una solución que le permita hallar paz a sus tormentos.
A sus quince años y sumergida en un mundo de limitaciones económicas, Dileny vive en carne propia una de las más crudas realidades que se viven en República Dominicana: la justicia no es para todos.
La noticia sobre la blandengue sanción impuesta a los oficiales de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), reclama espacios en su mente, frente a una disposición que no resarce la pérdida de su niña de cuatro meses de edad.
“No hay justicia”, dice encrespada, con la mirada urgida de un castigo apropiado para quienes considera culpables del fallecimiento de su niña.
La pesquisa realizada por la DNCD, arrojó que los oficiales actuaron con “negligencia y falta de tacto” al confirmar que se trataba de una emergencia verídica, por lo que se dispusieron sanciones de 30 y 15 días de prisión disciplinaria, y la recomendación de la cancelación del nombramiento al agente especial de la DNCD a Raúl Antonio Lorenzo Castillo.
“Quiero que ellos paguen no están haciendo nada quiero verlos en la cárcel, pagando y cancelados también, no así. Quiero que ellos paguen lo que le hicieron a mi niña. Ellos le quitaron la vida”.
En medio de la tristeza que se respira en el apartamento 1-C del edificio 14, en Villa Progreso, San Cristóbal, narra que cada noche coloca una sábana como “acoso” (barrera), como lo hacía antes de dormir.
“Creo que deberían coger Najayo y pagar lo que hicieron y no un castiguito de 15 días. No fue una gallina ni un puerquito que mataron, fue una niña. Si no hubieran sacado al doctor de la ambulancia, estaría “aunque sea luchando en el Angelita (Hospital Robert Reíd Cabral)”, reclama.
“Dios es el único justo en la Tierra”.
María la mira con tristeza. Revive en su mente el trayecto a través de la Carretera Sánchez y que culminó con el deceso de su sobrina.
Niños de diferentes edades se agolpan al marco de la puerta de la humilde morada, mientras una canción, como un reclamo romántico, se escucha en el fondo.
“No hubo justicia. Ese No es el castigo que merecen. Fue una vida que mataron. Tienen que cancelarlos y castigarlos por lo que hicieron”, afirma mientras desvía la mirada hacia uno de los infantes que corretea descalzo en la acera, carente de concreto, bautizando sus pies con polvo.
Relata que su familia no cuenta con los recursos suficientes para solicitar la asistencia de un abogado y proceder en contra de los oficiales que detuvieron la ambulancia en la que era transportada su pequeña sobrina, por lo que descarta la idea de que puedan “llevar ante la ley” a los agentes.
Sin perder la calma, explica que en el transcurso de la semana, un oficial de alto rango de la DNCD se presentó en la Junta de Vecinos para hablar con la familia sobre el suceso.
En ese momento, detalla, el presidente de la junta de vecinos, señaló que se había gastado mucho dinero y que tuvieron muchos problemas para enterrar la niña, por lo que tuvieron que empeñar muchos de los ajuares familiares para el funeral, por lo que inquirió a la familia si querían solicitar alguna ayuda a la institución antinarcóticos, lo cual rechazaron.
“Entonces, preguntaron qué queríamos y respondimos que se lo dejen a Dios. Que Dios se lo cobre (a los oficiales). Él es el único justo sobre esta tierra”, afirma resignada.
Cuenta que no lanzaron a nadie al suelo, ni dieron golpes, pero mantiene que lanzaron gritos de angustia, por la condición de salud de la niña, al ver que sacaban al doctor Mendoza, residente de segundo año, de la ambulancia, a pesar de que se había identificado.
“Fue un abuso lo que hicieron”.
“No nos han presionado para presionar la historia”, aclara María, sentada en un sofá malogrado, color amarillo claro. Al otro lado del mueble, Dileny escucha, antes de desaparecer en el interior de una habitación.
“Sí he escuchado que han presionado al director del hospital para cambiar la versión, y él dijo que no podía cambiar la versión, porque lo hecho, hecho estaba y que fue un abuso lo que hicieron”.
El doctor Miguel Ángel Geraldino, director del hospital Juan Pablo Pina, confirma la visita de los oficiales de la DNCD, quienes declinaron conversar con los pediatras de la institución, quienes asistieron a Carla Michel antes de ser remitida al centro de salud Robert Reíd Cabral.
Explica que la especialista en pediatría que estabilizó a la niña de cuatro meses, expuso a la dirección que con el traslado al hospital en Santo Domingo, luego de recibir las atenciones primarias, podría haberse salvado, debido a que en San Cristóbal no contaban con los equipos apropiados para su cuidado.
En un pasillo del hospital, aislado del murmullo de los visitantes, Geraldino asegura que cuando se supo la información, recibió el reporte del conductor de la ambulancia, quien le comunicó el hecho.
Su rostro cambia, como el brillo en sus ojos, que revelan su indignación al recordar que se ha perdido una vida.
“Para el pueblo dominicano, es una vergüenza dejar morir una niña sola, sin asistencia en una ambulancia, porque tomé la decisión de que te ibas a morir ese día”, critica, mientras una enfermera asciende por las escaleras para integrarse a sus labores.
El centro queda en silencio por un instante. El doctor Geraldino aparta la mirada brevemente antes de ponerse de pie y realizar las acostumbradas vistas alrededor del centro. Afuera el Sol parece ceder ante las nubes, en medio del ruido de los motores. Ahora sólo queda la indignación.
Escrito por 
Samuel Tapia/Acento.com.do

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