EEUU: Nicolás Maduro convirtió a Venezuela en una empresa criminal al servicio del narco y el terrorismo
MIAMI.- Nicolás
Maduro convirtió a Venezuela en una empresa criminal al servicio de
narcotraficantes y grupos terroristas, y tanto él como sus aliados robaron
miles de millones de dólares al país sudamericano, afirmó el Departamento de
Justicia de Estados Unidos en varias imputaciones difundidas el jueves en
contra del mandatario de la nación sudamericana y sus allegados más cercanos.
La difusión
coordinada de acusaciones formales en contra de 14 funcionarios y personas
vinculadas al gobierno, así como recompensas por 55 millones de dólares en
contra de Maduro y otras cuatro personas, atacaron todos los pilares de lo que
el secretario de Justicia William Barr describió como el “corrupto régimen
venezolano”, incluyendo las poderosas fuerzas armadas y el poder judicial, que
están bajo dominio de Maduro.
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Una de las
imputaciones presentada por fiscales en Nueva York acusa a Maduro y a Diosdado
Cabello, presidente de la Asamblea Constituyente, de asociarse con rebeldes
colombianos y miembros del ejército “para inundar a Estados Unidos con cocaína”
y utilizar el narcotráfico como “un arma en contra de Estados Unidos”.
Los actos criminales
relacionados a la confabulación de drogas y armas, que datan del inicio de la
revolución comandada por Hugo Chávez en 1999, ocurrieron en lugares tan remotos
como Siria, México, Honduras e Irán, de acuerdo con la acusación formal. Barr
calculó que el plan ayudó a contrabandear hasta 250 toneladas de cocaína al año
provenientes de Sudamérica.
Maduro respondió
acusando a Estados Unidos y Colombia de conspirar, “y han dado la orden de
llenar de violencia a Venezuela”.
Su más alto fiscal
también anunció una investigación en contra del líder opositor Juan Guaidó
luego de que una de las personas nombrada en las acusaciones de narcotráfico,
el general retirado del ejército Cliver Alcalá, dijera el jueves en una
entrevista radiofónica que firmó un contrato con el líder opositor y sus
“asesores” estadounidenses para comprar fusiles de asalto a Estados Unidos para
un golpe de Estado contra Maduro. El equipo de Guaidó dijo que nunca se ha
reunido con Alcalá, quien ha vivido en Colombia desde 2018 a pesar de que
previamente había sido sancionado por Estados Unidos por narcotráfico.
“Como jefe de Estado
estoy obligado a defender la paz y la estabilidad de toda la patria, en
cualquier circunstancia que se nos presente”, tuiteó Maduro.
Al darse a conocer
las imputaciones, el secretario de Estado Mike Pompeo dijo que su departamento
ofrecería recompensas en efectivo a cambio de información que lleve al arresto
o condena de Maduro y sus allegados, incluyendo recompensas de hasta 15 millones
de dólares por el mandatario venezolano y de 10 millones para cada una de las
otras cuatro personas.
“El régimen de Maduro
está repleto de corrupción y delincuencia”, dijo Barr en una conferencia de
prensa en línea desde Washington. “Mientras el pueblo venezolano sufre, estas
personas se llenan los bolsillos con dinero del narcotráfico y con el producto
de su corrupción. Y esto debe terminar”.
En Miami, fiscales
anunciaron cargos contra el presidente del Tribunal Supremo de Justicia
venezolano Maikel Moreno por lavar en Estados Unidos al menos 3 millones de
dólares obtenidos ilegalmente mediante el arreglo de casos en Venezuela,
incluyendo uno sobre una planta de General Motors. Gran parte de ese dinero lo
gastó en un avión privado, relojes de lujo y compras en Prada, aseguran los
fiscales.
En una denuncia
interpuesta en mayo de 2019 desprecintada en Washington, se acusó al ministro
de Defensa de Maduro, el general Vladimir Padrino, de asociación delictuosa
para contrabandear narcóticos.
Las sorpresivas acusaciones
en contra de un jefe de Estado en funciones son sumamente raras y sin duda
incrementarán las tensiones entre Washington y Caracas en momentos en que el
brote de coronavirus amenaza con colapsar el sistema de salud de Venezuela y a
su economía petrolera, la cual se encuentra sumida en una crisis por años de
corrupción y por las sanciones de Estados Unidos. Maduro ha ordenado a los
venezolanos que permanezcan en casa para contener la propagación del virus que,
de acuerdo con las autoridades, ha infectado a 106 personas.
Los analistas dicen
que las acusaciones podrían mejorar las aspiraciones de reelección del
presidente Donald Trump en el crucial estado de Florida, mismo que ganó por un
escaso margen en 2016 y donde muchos venezolanos, cubanos y nicaragüenses que
huyen de regímenes autoritarios gozan de gran fuerza política.
Pero se desconoce
cómo acercarían a Venezuela a poner fin a un enfrentamiento de 15 meses entre
Maduro, quien cuenta con el apoyo de Rusia y China, y Guaidó, quien es
respaldado por Estados Unidos. También podría fragmentar la coalición que
encabeza el gobierno estadounidense en contra de Maduro en caso de que sus
aliados en Europa y Latinoamérica piensen que es un exceso por parte de Trump.
“Este tipo de
acciones no ayudan a una solución negociada — que de por sí ya era complicada”,
dijo Roberta Jacobson, quien se desempeñó como la diplomática de mayor rango
del Departamento de Estado para América Latina hasta 2018.
Maduro, un
exconductor de autobús de 57 años, se describe a sí mismo como un ícono de la
izquierda latinoamericana. Desde hace tiempo ha acusado al “imperio”
estadounidense de buscar cualquier excusa para asumir el control de las mayores
reservas petroleras del mundo, comparando su conspiración con la invasión a
Panamá en 1989 para derrocar al general Manuel Antonio Noriega y que enfrentara
cargos por tráfico de drogas en Florida.
Barr y Elliott
Abrams, enviado especial del Departamento de Estado para Venezuela, comandan la
rígida postura estadounidense contra Maduro, de manera muy similar a como
propugnaron por el derrocamiento de Noriega a finales de la década de 1980:
Barr como un alto funcionario del Departamento de Justicia y Abrams como
subsecretario de Estado para Latinoamérica.
Funcionarios
estadounidenses también ven otras similitudes. Noriega transformó a Panamá en
un paraíso para los violentos cárteles del narcotráfico internacional, mientras
que el gobierno de Trump ha acusado a Maduro y a sus aliados de las fuerzas
armadas de albergar a narcotraficantes, guerrilleros colombianos e incluso al
Hezbollah, designado como grupo terrorista.
También han acusado a
funcionarios gubernamentales y a empresarios bien relacionados de robar cientos
de miles de millones de dólares de las arcas estatales, en su mayoría de la petrolera
estatal PDVSA, que registra su producción más baja en siete décadas.
De cualquier forma,
acusar a Maduro no fue sencillo. Por lo general, los líderes extranjeros en
funciones gozan de inmunidad judicial de acuerdo con las leyes estadounidenses
y las normas internacionales.
Pero Estados Unidos
es uno de 60 países que ya no considera a Maduro como jefe de Estado, a pesar
de que permanece en el poder. En su lugar, reconocen a Guaidó, líder de la
Asamblea Nacional, como el mandatario legítimo de Venezuela después de que la
reelección del socialista en 2018 se vio manchada por acusaciones de fraude y
por un boicot opositor.
La evidencia contra
Maduro se recabó a lo largo de varios años por investigadores en Miami, Nueva
York, Houston y Washington, quienes presentaron los cargos por narcotráfico,
soborno internacional y lavado de dinero en contra de altos funcionarios
venezolanos, miembros de las fuerzas armadas y empresarios vinculados al
gobierno.
Muchas de esas
investigaciones se han centrado en PDVSA, que es la fuente de prácticamente
todos los ingresos por exportaciones en Venezuela. Estados Unidos sancionó el
año pasado a la paraestatal petrolera, prohibiéndoles a los estadounidenses
realizar acuerdos comerciales con la compañía.
Pero, para sorpresa
de muchos, Maduro, quien fue elegido personalmente por Chávez como su sucesor,
se ha aferrado al poder, resistiendo meses de manifestaciones callejeras el año
pasado e incluso un levantamiento militar respaldado por Estados Unidos,
mientras millones de venezolanos huyen del país a causa de la hiperinflación y
la escasez generalizada de alimentos.
Al disiparse el apoyo
de Guaidó en las calles, el gobierno de Trump subió la apuesta hacia finales
del año pasado, al retirar su apoyo a las labores de mediación en Noruega y
extender las sanciones para que incluso las compañías extranjeras sufrieran
represalias por ayudar a Maduro.
Por separado y en un
llamado similar al del senador republicano Marco Rubio, Barr priorizó las
investigaciones al círculo de allegados de Maduro, según dos personas que
hablaron bajo condición de anonimato a fin de revelar las discusiones internas
del Departamento de Justicia.
La presión por
actuar, según las fuentes, se desbordó más o menos al mismo tiempo que Guaidó
visitó Washington en febrero pasado, cuando Trump lo elogió en el discurso del
Estado de la Unión al llamarlo “un hombre muy valiente, que lleva consigo las
esperanzas, sueños y aspiraciones de todos los venezolanos”.
Pero la pandemia de
coronavirus aplazó el anuncio, programado originalmente para el 16 de marzo,
según las fuentes.
Posiblemente el virus
cause mayores distracciones en Washington y amenace con dividir a los
opositores, algunos de los cuales han mostrado disposición para trabajar con
Maduro para poner fin a la crisis de salud. También podría dar nueva vida al
llamado de Maduro para que Estados Unidos relaje sus sanciones, una idea con la
que simpatizan varios aliados europeos.
Frank Mora, un
exfuncionario del Pentágono, dijo que Estados Unidos está en lo correcto por
condenar a Maduro y a otras personas por reprimir al pueblo, robar de las arcas
del gobierno y convertir a Venezuela en un estado criminal.
Pero le preocupa que
las acusaciones sean más para llegar a los votantes latinos en Florida que para
ayudar a atender la devastadora crisis en el país sudamericano.
“No vamos a ir allá a
capturarlo”, dijo Mora, quien actualmente encabeza el instituto de estudios
sobre Latinoamérica de la Universidad Internacional de Florida. “Esto no es
sobre un cambio de régimen o restaurar la democracia en Venezuela. Es sobre
política electoral”.
La arraigada división
política en Venezuela quedó de manifiesto el jueves en las calles de Petare, un
extenso barrio a las afueras de Caracas.
Un vendedor ambulante
y férreo simpatizante de Maduro, Juvenal Montilla, de 60 años, dijo que las
acusaciones estadounidenses eran sólo otro peligroso paso por parte de Trump.
“Estamos cansados ya
de que Estados Unidos se esté metiendo a los países de todo el mundo sin que
nadie le diga nada”, dijo Montilla.
En cambio, Gregorio
Velásquez, un taxista de 40 años, dijo que estaría a favor de Estados Unidos o
de cualquiera que pueda poner fin a todos estos años de gobierno socialista.
“No hay agua, no hay
luz, no tienes comida. ¿Cómo sobrevive el venezolano en este mundo?”, se
preguntó mientras hacía fila para cargar gasolina. “Maduro tiene que salir de
inmediato”. AP
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